El origen de la taza de café
Así como las copas son para beber vino y los vasos para beber agua, desde siempre hemos sabido que el café se bebe en taza. Pero, ¿de dónde viene esta tradición? En Cafés Moreno echamos la vista atrás y nos adentramos en el origen de este recipiente.
Orígenes de la taza de café
Desde la prehistoria el hombre ha utilizado sus manos unidas en forma de cuenco para contener líquidos y llevárselos a la boca. A lo largo de los años los diferentes recipientes que han ido surgiendo conforme vamos evolucionando, han sustituido la rudimentaria forma de ingerir líquidos, dando lugar incluso a diseños particulares en función de la bebida: jarras de cerveza, copas de vino, vasos para el agua y tazas para el té y café.
Las primeras tazas tienen su origen en China y estaban destinadas principalmente a beber té. Tenían forma de cuenquitos y eran de barro, aunque luego se empezaron a fabricar de arcilla y después de porcelana.
Sin embargo, el origen de las tazas de café que hoy conocemos se remonta a dos siglos A.C., durante la Dinastía Han, cuando los chinos descubrieron la porcelana.
A Europa, las tazas llegaron de la mano de Marco Polo y las Cruzadas. Se empezaron a fabricar en el continente a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. Los comercios europeos imitaron los equipos y métodos de preparación de café de Oriente Medio para vender su producto. Esto supuso incluir tazas al estilo de los fijans, los pequeños cuencos cónicos de la cultura cafetera de la zona de Arabia, Turquía y del norte de África.
Más tarde llegó la porcelana que se empezó a fabricar con caolín blanco de Sajonia y más adelante con el de Limoges y Sevres, compitiendo entre los fabricantes de todo el continente por conseguir las tazas más elegantes y sofisticadas.
Desde su adopción como recipiente para beber café, las tazas fueron consideradas durante mucho tiempo un símbolo de status, ligado a la realeza y las clases más altas que las utilizaban para disfrutar del lujo que era beber café. La democratización del café llevó consigo también la democratización de las tazas de café.
Actualmente, podemos encontrar tazas de todo tipo fabricadas con múltiples materiales, siendo las más comunes las tazas de porcelana, gres y loza.
¿Y los platos que acompañan a las tazas?
El origen del plato es más reciente que el de la taza. Empezó a utilizarse alrededor del siglo XVIII y el invento es atribuido a los ingleses. El objetivo principal de poner el plato bajo la taza no era otro que enfriar el café. El líquido se echaba de la cafetera a la taza y a continuación cada persona lo vertía sobre su plato, mucho más hondo que los actuales.
Como la superficie del plato era mayor que la de la taza, el café se enfriaba más rápido y facilitaba la degustación delegando la función de la taza a ser un mero contenedor. Esta costumbre no duró mucho y en parte fue por la incorporación del asa a la taza que acabó con el plato como recipiente de degustación.
A partir de ese momento, el plato adquirió la función de soporte para la cucharilla y el azúcar como medio de transporte de la taza de un lado a otro. El asa fue el último elemento que se incorporó a la taza como medida para manipular la taza de una forma más cómoda y sin peligro de quemaduras.
El asa debe ser cómoda y permitir cogerla con el pulgar y el índice, apoyarla en el medio, sin esfuerzo ni tensión desmesurada y sobre todo sin que se nos obligue a quemarnos por tocar el cuerpo de la taza. En las tazas de porcelana, el asa se pega con la misma barbotina que se utiliza para la fabricación del cuerpo.
¿De dónde proviene el nombre “taza”?
A pesar de que no existe una certeza, todo apunta a que el origen de la palabra “taza” es español. Aunque la etimología de la palabra proviene del vocablo persa “tast” (que significa ‘cuenco’) este derivó en árabe a “tassah”, una palabra que fue introducida en la península en la época de Al-Andalus y desde donde viajó al resto de Europa y del mundo.